El lugar de blanco

Otra vez allí, 4ta vez en el mes que volvía, era un círculo vicioso. Ya no sé si iba porque quería o porque las manos empezaban a transpirarme, mis piernas se adormecían, comenzaba a balbucear, mi piel se tornaba pálida, luego oscuridad; y cundo recupero la conciencia estoy de nuevo en ese lugar, pero no sé cómo.

Es una habitación cuadrada pintada de blanco y en la esquina arriba a la derecha una cámara que me sigue; en el medio de la habitación una cama, donde siempre me despierto; y al costado un soporte con un botón rojo, es para llamar cuando queremos ir al baño: entra una persona vestida con un traje blanco y la cara tapada por una tela negra, lo único que se le ve son sus ojos blancos profundos y una mirada perdida, me inyecta un líquido azul y me duermo, al despertar ya estoy en la habitación de nuevo.

En frente de la cama se ubica “La puerta” por donde entra la persona, no sé qué hay detrás, solo veo por la ventanita con rejas sombras que van de un lado al otro; así paso mi tiempo en ese lugar, viendo a todos en movimiento excepto yo.

Ya había pasado un tiempo desde que llegué allí y todavía no habían ido a sacarme, empecé a preocuparme, caminaba de una pared a la otra, apretaba el botón rojo para esperar a que la persona entrara y poder decirle algo o resistirme, y no me salía nada, mi lengua se me adormecía y solo me quedaba ahí parado, me congelaba.

Paso más tiempo y me acostumbre al lugar, a la rutina. No sabía si había pasado 10 días, 2 semanas, 3 meses o años; yo solo estaba ahí y veía pasar las sobras de un lado al otro.

Unos de los tantos días que estuve allí apreto el botón para ir al baño, entra la persona y me hace seña de que no hable, me quede paralizado, nunca había interactuado conmigo. Hace que me pone la inyección, espera unos segundos y se saca la tela que le tapa la cara, era una chica extravagante: piel como de porcelana, que no se diferenciaba cuando arrancaba el traje; los pelos de su cuerpo no se distinguían de su piel; y esos ojos blancos que tanto conozco, pero esta vez tenía una mirada de desesperación. Ambos estábamos quietos, ninguno decía nada, le pregunto porque lo hizo, que la hizo sacarse la tela ahora y no antes, me muestra su boca: le habían cortado la lengua.

No entendía nada, empecé a hacerme preguntas que antes no me importaban: que era ese lugar, porque me llevaban siempre, que cosas hacían allí; muchas preguntas y pocas respuestas. Ella trataba de decirme algo, pero no le entendía. Abre la puerta y sale, yo me quedo en la habitación, me hace señas que vaya, pero una parte de mí no quería salir, no sabía que había del otro lado, pero mi miedo de lo que me podía pasar allí era más grande. Al salir solo veo un pasillo blanco interminable, cámaras y puertas. Inmediatamente unas alarmas empiezan a sonar y la chica me señala para un dalo del pasillo, me empuja para que vaya sola; no quería abandonarla, al final me ayudo, pero si quería escapar tenía que correr sin mirar atrás. Eso hice, pero solo miré una vez, y lo único que vi fue como a la chica la consumían unas personas vestidas de blanco y la cara tapada, como estaba ella, otras venían por mí.

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