De vuelta a mi ciudad

Mi papá y yo estábamos volviendo de nuestro viaje en Mendoza. Donde nos hospedamos queda en una de las montañas más alta del lugar, tiene una vista hermosa y las cabañas están increíbles, pero lo feo es el estrecho camino que hay para llegar. A las 8 de la mañana partimos para nuestra ciudad. Decidimos salir temprano para descender tranquilos ya que son 2 horas de descenso y no queríamos toparnos con el tráfico de los que ingresaban al complejo, para no ir pensando en que un movimiento en falso y caíamos al vacío.

Transcurrimos la primera hora de viaje bien, hasta que empezamos a ver como 4 camiones grandes se iban acercando. No entendíamos que hacían a esa hora por esa zona, hasta que nos acordamos que todos los días a la mañana llevan mercadería. Cada vez estaban más cerca, no sabíamos si ambos vehículos pasaban, yo me tapaba los ojos para no ver, pero a veces me asomaba por la ventana y miraba cómo cada vez los camiones se acercaban más a nosotros; papá me decía “No va a pasar nada, pasamos bien” pero se le notaba en la voz que estaba nervioso. Cierro los ojos muy fuerte, escucho bocinazos, siento como el auto se movía de un lado al otro; todo quedo en calma, abro los ojos y seguíamos en la ruta, pero de repente aparece un zorro, papá se asusta y paga un volantazo, cierro mis ojos muy fuerte; otra vez calma, pero no de la buena. Abro los ojos como puedo y observo que habíamos caído al acantilado.

Pasaron un par de horas cuando me pude levantar con las pocas fuerzas que tenía, enseguida empecé a buscar a papá desesperadamente. Luego de un tiempo vi un bulto unos metros más al costado, pensé lo peor, me fui acercando de apoco hasta que lo vi. Ya se estaba levantando solo, incluso se veía mejor que yo, unos pocos rasguños y rengueaba de una pierna. Me pareció raro, ya que salió disparado, pero en ese momento no me importo, yo solo quería encontrarlo y saber que estaba bien.

Una vez juntos solo quedaba ver como salíamos de ahí, y si íbamos a poder. Usar los celulares no era una opción, estaban destrozados; podíamos gritar, pero era casi imposible que nos escucharan; tampoco podíamos esperar, cada vez se hacía más de noche y no era bueno estar a la intemperie. No se me ocurría más nada y ya estaba comenzando a pensar que nos íbamos a quedar ahí para siempre, a lo que papá luego de horas si decir una palabra, y seguirme de un lado al otro con una sonrisa de calma en la cara, se le ocurre la idea de intentar trepar. Lo pensé en un momento, pero era imposible, no había las suficientes rocas para agarrarnos, a lo que dice “Porque no agarras los cuchillos y los usas como estacas para agarrarte cuando no halla rocas para agarrase”, era una buena idea. Fui a buscar los cuchillos en lo que quedaba del baúl y me percaté que solo había 1 para ambos, a lo que el me dice “Anda vos, cuando llegues arriba busca ayuda y ven por mí” y eso hice. Luego de varios intentos fallidos, logré escalar y llegar a la ruta, volví al complejo de cabañas como pude, conseguí que vinieran conmigo a donde sucedió el accidente y llamaran a emergencias, pero cuando llegamos vos no estabas, solo tus restos en donde te había encontrado.

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